miércoles, 18 de noviembre de 2009

Sobre las personas, los tecnócratas, la política, la ignorancia, lo público y lo privado.

La mayoría de la personas que apoyan lo que llamamos políticas de derecha, dice descreer de las ideologías y por lo general también dice descreer de la política... Dicen creer y repiten el slogan de que "la política es gestión" y que solo se trata de "administrar". Tal es así que suelen inclinarse por personajes que en vez de mostrarse como políticos, se venden como "expertos administradores". Esto no estaría tan equivocado si todos viviéramos en una tecnocracia, algo realmente utópico dentro del sistema capitalista en el que nos toca vivir.

Qué hay detrás de este tan atractivo como falaz razonamiento?

La gestión en política no es una tarea fácil, pero en este rincón del mundo podemos decir que quizás sea una actividad menor y hasta casi administrativa dentro del arte de la política, tal es así que bien podría llevarla a cabo un buen tecnócrata, o por lo menos alguien a quien se le atribuye la bastarda derivación de este término.

Existe una idea generalizada en parte de la sociedad Argentina de que la política es sucia, es mala y por ende habría que acotarla -por no decir eliminarla- desde la clase media, cuna de profesionales, crece fértil la teoría de que sería posible implementar algo parecido a una tecnocracia, y esto termina siendo un terreno fértil para el discurso de la siempre agazapada derecha.

A su vez, la idea romántica del gobierno de los expertos, científicos y eruditos obviamente no puede completarse totalmente porque tecnocracia y capitalismo son casi opuestos y como en toda simplificación, lo que suele quedar es algo muy lejano a la esencia de la idea. En este caso, la simplificación sería algo así como que los políticos no tienen ningún saber, mienten y roban mientras que un tecnócrata exitoso tiene un saber comprobable y no va a tener la necesidad de robar porque ya es exitoso (por exitoso se entiende que tiene dinero y viceversa); entonces aquí la mágica idea clasemerda Argentina: Chau política, los tecnócratas al poder!

Ser un buen tecnócrata dentro de un sistema capitalista tampoco es tarea fácil, primero requiere resignar unos cuantos ideales tecnocráticos, y recién luego de aceptar tal contradicción, dedicarse académicamente a obtener una gran formación teórica y empírica para finalmente poder ser un "experto" y desarrollar sus saberes siendo funcional a un sistema muy opuesto a sus lejanos nobles principios de la abundancia, pero que va a saber premiarlo utilizándolo como una "valiosa herramienta de gestión" del triunfante capitalismo.

Ser ingeniero o Licenciado por sí mismo no te transforma en un nuevo tecnócrata capitalista, pero podemos decir que puede ser un buen comienzo. La formación de un tecnócrata lleva años, vale mucho tiempo y dinero. En la Argentina, los tecnócratas son por lo general profesionales universitarios de facultades de ciencias duras, económicas o ingeniería. Allí se nutren de conocimientos específicos y también se instruyen en la lógica de pensamiento metódico, en una adecuada manera del proceder profesional, de ejercer el saber, de gestionar.

El ordenamiento del saber es tan importante como el saber en sí mismo y se aprende en conjunto con el saber profesional. Se trata de una enseñanza de formas sistemáticas de manejo de situaciones, de problemáticas, búsqueda de soluciones con procedimientos lógicos, racionales y afines a cada profesión y que son muy útiles herramientas de gestión.

Estos saberes son necesarios y muy valorados en las organizaciones que necesitan justamente, personas procedentes, que planifiquen, cumplan y respeten roles específicos y que puedan interactuar con otras de igual, mayor o menor jerarquía, con comportamientos estudiados y predecibles y que finalmente adquieran las capacidades del ejercicio del mando. A esto comunmente se lo llama gestión, y quienes bien lo ejercen son quienes ahora llamamos tecnócratas sin tecnocracia.

Los tecnócratas se forman en universidades públicas que solventa el estado, o en universidades privadas con aranceles que pagan los alumnos o son parcialmente solventados por empresas que necesitan para su staff de RRHH, profesionales con tales específicos saberes y que libremente eligen aportar recursos para su formación.

Estas empresas que en parte financian los planes de estudio interactúan con las universidades creando nuevas carreras de especialización, con orientaciones afines a sus necesidades empresariales y a cambio ofrecen planes en inserción laboral para los nuevos jóvenes profesionales, por lo general para comenzar como becarios.

También existen fundaciones que solventan estudios universitarios y de posgrado en prestigiosas universidades del exterior -no públicas, privadas y muy onerosas-, con similar sistema de becas, por lo general orientadas a quienes ostenten los mejores promedios, se erijan como jóvenes promesas y estén deseosos de convertirse en tecnócratas de elite con amplias posibilidades de crecimiento profesional dentro del mundo de las corporaciones.

Estas mismas corporaciones transnacionales son las que invierten grandes sumas de dinero en la formación de sus propios recursos humanos a través de estas fundaciones locales.

Fundaciones que durante muchos años gozaron de un gran prestigio en países como el nuestro y que se transformaron en referentes de opinión sobre diversos temas de interés nacional, principalmente referidos a la economía, las finanzas y el desarrollo del país. Su visión es notablemente etnocéntrica y ejercen con y sin pudor su lobby sobre los gobiernos en favor de las empresas que representan.

El campo de acción de los nuevos tecnócratas es muy variado y sus capacidades los ubican en las gerencias de instituciones, empresas y corporaciones. Allí ejecutan con libertad sus saberes, gestionan, trabajan y se desarrollan profesionalmente.

Cuando el mismo desarrollo profesional los conduce hacia el éxito en las organizaciones donde desarrollan su trabajo, muchos de ellos llegan a roles dirigenciales, desempeñandose como directores; otros, por sus características personales se sienten más cómodos en sus roles de gestión y contralor en las gerencias y nunca llegan a dirigir las organizaciones donde exitosamente se desempeñan y literalmente empeñan sus vidas. Las estructuras piramidales hacen que esto resulte algo natural y en verdad la dirección requiere de características personales que no todos desarrollan.

Muchos tecnócratas que no desarrollan sus saberes en el sector privado y tienen vocación por la gestión pública se ubican en las diferentes estructuras de los estados municipales, provinciales o nacionales y otros del denominado tercer sector. Allí encuentran un terreno fértil para trabajar y aportar sus conocimientos con cierta estabilidad laboral y en la medida que estos estados se nutren de profesionales, tecnócratas con real vocación por la cosa pública y proveniente de concursos públicos, podemos decir que ellos trasladarán su eficiencia al conjunto de la sociedad logrando un estado más ágil y con respuesta a los requerimientos de sus ciudadanos.

Hasta aquí estuvimos hablando sobre la formación y el campo de acción de los nuevos tecnócratas, no de los políticos. Hablamos de cómo los tecnócratas que hacen carrera en el estado pueden llegar a administrar la cosa pública, a gestionar, pero no estuvimos hablando de gobernar o del gobierno en sí. Debemos pensar entonces, cuando un tecnócrata desembarca en el estado a través de un cargo político, nadie nos asegura que este sea un buen profesional, porque no surgió de un concurso por capacidades y/o logros sino como parte de un proyecto político y seguramente sólo rendirá cuentas al cuadro político que lo haya convocado. Y la política... La política es otra cosa.

A los tecnócratas -por propia definición- no les interesa la política, aunque la teoría económica y la teoría política tienen muchos puntos en común en los procesos históricos, la tecnocracia considera esos modelos como reliquias del pasado. Ahí reside quizás el mayor anacronismo entre la idealista visión tecnocrática y el nuestro mundo real, capitalista.

Esa mirada y análisis sobre la interrelación de los procesos y sistemas económicos, políticos y administrativos se encuentra mucho más desarrollado en los programas de las carreras afines a las ciencias sociales, y algo menos quizás en los programas de ciencias económicas. En ambos casos se trata aspiracionalmente a una formación integral de personas que ejercen profesiones y no a una mera formación técnica para desarrollar saberes específicos. De ahí mismo, el término universidad.

Estas últimas, razones bastante lógicas como para pensar que un buen tecnócrata no tiene por qué saber de política ya que ciertamente, nunca se formó para ello y hasta descree de su campo de acción. En cambio, su vocación por gestionar, ejecutar, hace que funcione muy bien, por lo general trabajando para quienes hacen política; dedicándose a las formas del hacer y sin preguntar demasiado sobre los fines.

De acuerdo a la perspectiva que emerge de la separación de los diferentes campos de estudio de las ciencias sociales o ciencias económicas y el pensamiento tecnocrático, pareciera que estuviéramos hablando de terrenos distintos, saberes diferentes, miradas y criterios dispares sobre un mismo hecho, perspectivas a veces complementarias pero no siempre congruentes. Podría no ser así, pero parece que la política educativa así lo ha establecido.

Cuando un tecnócrata decide no desarrollar su saber en una organización tradicional y realmente decide participar en política, serán los partidos políticos y sus estructuras partidarias su campo de acción, donde deberá realizar carrera y exponer sus capacidades para el arte de la política. Si tiene capacidad podrá desarrollar su nueva vocación y si tiene suerte quizás llegue a ofrecerse para un cargo electivo. Lo significativo de este caso será que su saber no habrá sido testeado en un lugar natural y sus capacidades profesionales tampoco habrán sido realmente evaluadas como tales, aunque sí sus capacidades políticas. De él dependerá que su formación sea una útil ayuda o un sesgo en su nueva carrera.

Entonces tenemos, como hoy, profesionales de distintas áreas que han decidido hacer política desarrollando sus capacidades dentro de las estructuras partidarias o en las organizaciones políticas. Al igual que empresarios más o menos exitosos o meros ciudadanos, asalariados y hasta desocupados que desarrollan su vocación política.

Pero lo curioso de nuestra política en los últimos años no ha sido el enriquecimiento de las estructuras partidarias con profesionales o empresarios de otros rubros, sumando diversidad ideológica, capacidad de gestión, saberes profesionales y actualizando o depurando las estructuras de nuestros tradicionales partidos políticos o sus sucursales de momento.

Muy por el contrario, lo que ha surgido con gran vigor es cierto travestismo a cargo de una runfla de advenedizos hijos del mercado que invocando su iluminada vocación por el bien común, con discursos de corto plazo y fundando nuevos partidos de meetings con catering y champán, licitando cargos en las viejas y descascaradas estructuras partidarias existentes -ávidas de financiamiento para mausoleos- han comenzado a ostentar espacios de poder de la mano del generalizado desprestigio de la clase política tradicional, que no ha cesado en traicionar a sus representados y que ahora convive con este nuevo fenómeno posmoderno.

Curiosamente el discurso común de estos personajes suele apoyarse en solo una parte del pensamiento tecnocrático, toman solamente lo referido a la gestión, a la administración, como una manera de no hablar de política, pretenden aplicarlo al sistema capitalista como si no existiera la ideología. Eso es falsear el espíritu del pensamiento tecnocrático y utilizar a los nuevos tecnócratas solamente como autómatas desconociendo la ideología que gobierna.

Suena elegante y hasta aséptico para estos señores pensar en la posibilidad de gobernar un país sin política, sustentando sus posiciones solo trayendo expertos técnicos. Pero como el sistema capitalista es un sistema económico que lamentablemente se basa en la escasez, sin una política definida que tienda al bien común, cuanto mayores sean los beneficios de la eficiencia y mayores las ganancias, mayores serán también las disparidades en distribución de la riqueza y el beneficio potencial de la tecnología será menos compartido.

Esto último no lo tengo que venir a inventar yo para que suene romántico, revolucionario o simplemente rebelde, resulta una obviedad pensar que estos señores también lo saben, al mismo tiempo que deliberadamente lo ocultan en su discurso por el solo hecho de estar del pequeño lado de los que siempre disfrutaron de los beneficios del sistema.

Los verdaderos tecnócratas de hoy son muy críticos del sistema capitalista, entienden que el desarrollo de las nuevas tecnologías ha influido notablemente en una disminución en la generación de empleos, con un desplazamiento masivo de empleo hacia el sector de los servicios y con un futuro cuanto menos incierto para el sistema en general mientras la tendencia sea que cada vez menos personas puedan acceder a pagar por tales servicios.

Mayor incremento en la eficiencia y la productividad significa para las empresas menor gasto en empleados. Hablar de mejor gestión, más centralización significa más fusiones de empresas y más concentración de la economía.

En teoría, sería lindo decir que a mayor producción, las personas podrían trabajar menos y contribuir con sus nuevos espacios de ocio a generar más consumo, pero lamento decir que como la regla capitalista consiste en producir más con menos mano de obra... "El mismo mercado" va a hacer que los empleos que queden tampoco sean mejor pagos como para desarrollar más demanda, mayor consumo, siendo que la misma competencia laboral generada por cada vez más desempleados hará que el estándar de vida de muchos decline.

Pero volviendo al discurso fácil de los falsos tecnócratas...
Cuántos de estos nuevos actores de nuestra política pueden demostrar capacidad para ejercer los cargos que codician con tanta ambición y para los que ya han invertido tanto dinero?

Su comentado y aparente éxito en los negocios es un pasaporte válido como para administrar la cosa pública? Esto ciertamente se traduce en capacidad para hacer política?

Saben realmente de lo que se trata la política? Dicen abiertamente cual es su ideología? Puede ser alguna otra que la misma idelología del poder, del status quo existente, por la cual han alcanzado su tan venerado éxito?

No se ponen colorados al no poder demostrar el origen del crecimiento de su riqueza -más allá de la evasión impositiva- mientras su recurrente discurso se sitúa al frente de la cruzada contra la corrupción que ha enquistado la política?

No han sido sus familias quienes más se han beneficiado de los recursos de ése estado y con las políticas que más han aumentado la pobreza en la historia de nuestro país?

No sienten que su éxito económico es la otra cara de la moneda de nuestra tan actual desigualdad y tan comentada inseguridad, por la cual se llenan la boca con soluciones mágicas sin siquiera hacerse cargo de su responsabilidad de clase?

Para mi humilde entender, éstas preguntas tienen respuestas simples y lógicas.

Pero un error habitual en nuestra sociedad es pensar o creer que estos nuevos tecnócratas exitosos en grandes corporaciones o los empresarios que se hicieron millonarios en los negocios en nuestro país hacen o saben hacer política, o peor aún, que tienen vocación por el bien común y el desarrollo de nuestro país como nación justa, soberana e independiente. No deberíamos ni tener que mencionar que esto claramente no es así, y nos bastan las últimas dos décadas de historia Argentina como para ahondar en ejemplos de gestiones basadas en éstas faláceas.

Estos nuevos advenedizos desembarcados en la política, esta claro que ni siquiera pueden demostrar que sepan gestionar, ya que la mayoría de los casos la base de su fortuna esta en el oportunismo y la mezquindad con que han sabido generar, apoyar y aprovecharse del estado y sus los profundos dramas económicos de nuestro país más que en su capacidad como tecnócratas de corporaciones o como verdaderos y pujantes empresarios nacionales precursores de desarrollo económico a través de su trabajo honesto o capacidad transformadora de piedras en panes.

Una muestra muy actual está en el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, quizás el primer caso de gestión política importante a cargo de lo que nuestra sociedad llama un "empresario exitoso". La crisis política derivada de la elección de funcionarios basada en función de la venerada "capacidad de gestión", desdeñando a la política, negándola como actividad útil, cierta e inevitable y predicando el falaz discurso del fin de las ideologías es incontrastable. Está más que claro como con la dialéctica barata de boca de "gente como uno" presentada cual apetitosa mercancía para el consumo de las clases medias no se consigue sostener el discurso de "la nueva política" ni la honestidad intelectual que viaja en silla de ruedas.

Los mentores de la Unidad de Control de Espacios Públicos -UCEP- o de la virtual secretaría de inteligencia de estado paralela -Policía Metropolitana de Palacios, Chamorro y Macri- en la Ciudad de Buenos Aires ejecutan políticas, muy distintas a las que proclamaba la sonriente Michetti rodando por los medios pero muy congruentes con la historia del Jefe de la Ciudad y sus fieles colaboradores. Aunque pretendan disfrazarla, la derecha existe y por lo general en la Argentina del estado saqueado es exitosa en términos económicos para algunos, aunque ignorante en términos políticos para todos.

Lo que resulta increíble es el desconocimiento de las normas y las leyes que deben respetar como funcionarios. Ni siquiera conocen la Constitución de la Ciudad de Buenos AIres que les indica cómo deben proceder con todos los habitantes de la ciudad con problemas habitacionales o situación de calle y que claramente no deja lugar para la ejecución de políticas autoritarias, sectarias y discriminatorias como las que insisten en poner en práctica durante las noches con sus verdaderos grupos de tareas de la UCEP, o realizando ridícula inteligencia pinchando teléfonos a empresarios, políticos, o hasta cuñados del poder con una impunidad enorme.

La soberbia en el accionar se explica sólo con una gran ignorancia sobre los temas o las problemáticas que se propusieron abordar, no leyeron, no leen y ni siquiera respetan los fallos de la Justicia de la Ciudad que les indican sus irregularidades. Muy por el contrario, exponen con tal impunidad su ignorancia que apelan cada fallo, negándose a cumplir o siquiera leer la Constitución de la Ciudad que deberían respetar.

Quién puede creer que el solo hecho de tener dinero te hace conocedor de las artes de la política? Tener un título de ingeniero ni siquiera te transforma en un tecnócrata capitalista, ni bueno ni malo, ni mucho menos en político bueno ni malo. Tener un padre tan iletrado como exitoso y procesado como contrabandista, tampoco. Haber heredado una cadena de supermercados y haber sabido venderla al mejor postor, mucho menos.

Esto resulta obvio de entender desde la teoría y fácilmente visible en la práctica. tanto es así que en los últimos meses he visto en las caras de muchas personas que sé honestas y que creyeron en el discurso de esta nueva política una gran decepción al no poder ni siquiera justificar tan vergonzoso fracaso. El fracaso de creer en la mentira tan infantil y burda detrás de la que se encolumnaron y que reza que "La Política es Gestión"... Y que el millonario o el exitoso, seguramente ha llegado a serlo porque sabe gestionar...

Esta idea tan funcional a la derecha, sólo puedo atribuirla a una deliberada falta de observación sobre los diferentes conceptos, a una incapacidad para diferenciar los saberes, los juegos de roles, de separar formas de fondos o al deliberado accionar masificante de la ideología del poder. Sí, estamos hablando de política.

Cuando elegimos tecnócratas o empresarios en lugar de políticos, sin duda que la política la van a dictar otros, la mayoría de las veces, esos otros, son curiosamente sus socios, quienes pagaron por la formación de los tecnócratas a través de fundaciones solventadas por corporaciones y que luego se cobran con buenos intereses sus favores cumpliendo el rol de empleadores.

La separación entre la cosa pública y la cosa privada no es casual. La observación por parte de la ciudadanía a estas variables acerca de la formación o la ideología de quienes se ofrecen para cargos públicos tampoco debería serlo.

Los advenedizos en la política -como en todas la áreas -se presentan con la ilusoria sensación de no tener un cuestionable pasado, porque justamente no cuentan con trayectoria de rubro, pero esto no significa no tener pasado. La corrupción no es patrimonio del sector público y desconocer fehacientemente el pasado público o la anterior conducta en el sector privado de los candidatos políticos solo propicia a que puedan ocultar los verdaderos intereses que los movilizan.

La libertad es un bien preciado y los favores que la condicionan a la larga se pagan. Quien lo más exitoso que hizo en su vida es solo haber llegado a conseguir mucho dinero, lo más probable es que su propio ego y orgullo le indiquen seguir alimentando su exitosa y única fórmula, se encuentre en la función que se encuentre. Hacer política o administrar la gestión publica no requiere manejar la misma lógica del "hacer dinero". No todos los contextos son comparables o análogos como muchos quisieran.

La política y la gestión pública para el desarrollo de los países requieren de saberes específicos que no siempre pueden medirse en los mismos términos de eficiencia y eficacia con que se manejan los sectores privados. No todo es lo mismo, lo tuyo puede ser tuyo pero lo nuestro es nuestro. Lo privado es privado y lo público es público.

RG 11/09.