La vergonzosa oposición atrincherada en el congreso juega sus cartas apelando a la peligrosa Lógica de La Barra Brava. Un juego tan irresponsable como inconsistente que como triste final amenaza con subirle el tono a su lenguaje natural, la violencia.
En las canchas de fútbol se los visualiza como no más de 300 individuos agrupados en el anonimato de una masa chirle, que cantan coordinados, agreden y putean de manera focalizada hacia un objetivo claro - siempre desde la cobarde protección que les otorga la condición de patota organizada- y en ése ámbito, mientras se arengan mutuamente, experimentan de manera individual sensaciones de poder e impunidad que se suman a cierta felicidad que recibe el alma humana al ejercitar el canto.
La gratificación se presenta de manera inmediata y se siente a flor de piel, ya que la conjunción de sensaciones que se experimentan al transformarse uno en un barra brava configuran un cocktail tan placentero y adictivo que un alma infelíz difícilmente puede esquivar. Esto sumado a los privilegios que la pertenencia supone, hace de esta práctica de sometimiento de voluntad bajo lo designios de un líder "bien poronga" algo bastante común.
No es casual que para asegurar esa gratificación sensorial, los churros sean parte de la vianda oficial y junto con cualquier otra falopa o sustancia ma o menos venenosa ocupen un marcado protagonismo en las líricas de cualquiera de estas barras. El fútbol es siempre una excusa, pero el sentimiento noble que los hombres solemos sentir hacia cuestiones tan inexplicables y abstractas como lo es una camiseta o un club de fútbol se potencian, y terminan por transformarse en casi las únicas y verdaderas utopías que pueden ofrecer nuestras sociedades consagradas al consumo.
Pero la "Lógica de la Barra Brava" a mi entender se caracteriza por otras cosas, posee una manera de accionar el gatillo de la violencia muy particular y que puede prestarse fácilmente a una manipulación externa. El aparente anonimato que experimentan sus integrantes los lleva a un desenfreno en concurso real como un si se tratase de un juego de apuestas, donde las miserias personales de unos y otros se encadenan en desafíos de falso valor hasta lograr que finalmente se consumen los trágicos hechos para los cuales casi sin saberlo todos se habían reunido. Esas barras bravas de 300 integrantes son las garantías necesarias para que de vez en cuando uno, dos o tres asesinos finalmente se consagren frente a toda la sociedad.
Son 300 los energúmenos que putean en patota relegando su individualidad, 150 de ellos le tiran piedras al adversario, sólo 80 son tan porongas como para sacudir el alambrado que los separa del adversario, 35 son los que finalmente derriban el alambrado y saltan victoriosos sobre él, 15 los que con palos pasan la barrera y amagan con un enfrentamiento personal, 6 los que efectivamente avanzan y se cagan bien a palazos mostrando su "valentía superior" para que finalmente uno termine sacando una faca y asesinando a un contrario. Así funciona. Siempre. Un perejil es el que mata, sí, pero los verdaderos asesinos son los 300 que montaron la verdulería.
En la política Argentina esta lógica perversa se ha adueñado del congreso; no llegan a 300 pero se enorgullesen de ser sólo 37. La semana pasada el "más poronga" resultó ser el fantasma menem, que finalmente negoció lo que personalmente necesitaba para montar el piquete de los 37 senadores. Ayer el Senador Morales se jactaba de ser quien iba a asesinar a la Presidente del Banco Central en nombre de esos mismos 37 barra bravas con su triste respuesta: "No tengo preguntas para hacerle a la Lic. Marcó DelPont". Mañana habría que ver quién "en concurso real" se posiciona como el nuevo líder para ir por más.
Ni tengo que recordar que este proceso ya lo vivió demasiadas veces la historia Argentina. Sólo espero podamos aprender de nuestros propios errores y que la dirigencia toda, de una vez por todas decida dejar de ser funcional a los grupos de poder. Los grupos de poder económico son quienes a través de "becas" o "sponsoreos" históricamente facilitaron y siguen facilitando la formación de todas las barras bravas de la Argentina.
Las recientes palabras de la Senadora Latorre frente a las tendenciosas preguntas que por TV le hacía uno de los máyores sponsor de "La 37" -más parecidas a un apriete que a una entrevista- son elocuentes en cuanto a la debilidad de esta supuesta oposición devenida en barra brava y sus posturas desestabilizadoras.
No me quedan dudas que la más poronga de esta bolsa de gatos que se dice llamar "oposición" tiene a esta altura un enfrentamiento personal con la Pressidente de la Nación -probablemente desde la época de aquella frustrada comisión de lavado de dinero y las famosas cajas del senado estadounidense- pero no resulta serio que esas motivaciones personales sean las que marquen la cancha del congreso.
Por el lado oficialista, me resta decir que esta misma situación ya la han vivido en el conflicto por la 125 y como triste respuesta a tal enfrentamiento existe hace ya dos años una invesosímil asociación llamada Mesa de Enlace. Claramente, otra barra brava, pero que me obliga a tratar de desenrredar los mecanismos del ejercicio del poder que el ejecutivo nacional evidentemente tiene para contribuir con su alquimia a semejante adefecio.
La Lógica de La Barra Brava ya es una práctica consumada en la política Argentina, solo que esta vez amenaza con quebrar el corazón de nuestras instituciones y nos obliga a tomar partido. Creo que desde el oficialismo quizás se podría dar una buena señal con menos Pichettos y más Rossis, se me ocurre la gestión del Senador Pampuro va hacia ése sentido. Pero aún sin compartir muchos de los actos de gobierno, en éste tema puntual no puede haber posiciones intermedias en cualquier legislador que se considere nacional, popular o simplemente progresista.
RG 3/10
En las canchas de fútbol se los visualiza como no más de 300 individuos agrupados en el anonimato de una masa chirle, que cantan coordinados, agreden y putean de manera focalizada hacia un objetivo claro - siempre desde la cobarde protección que les otorga la condición de patota organizada- y en ése ámbito, mientras se arengan mutuamente, experimentan de manera individual sensaciones de poder e impunidad que se suman a cierta felicidad que recibe el alma humana al ejercitar el canto.
La gratificación se presenta de manera inmediata y se siente a flor de piel, ya que la conjunción de sensaciones que se experimentan al transformarse uno en un barra brava configuran un cocktail tan placentero y adictivo que un alma infelíz difícilmente puede esquivar. Esto sumado a los privilegios que la pertenencia supone, hace de esta práctica de sometimiento de voluntad bajo lo designios de un líder "bien poronga" algo bastante común.
No es casual que para asegurar esa gratificación sensorial, los churros sean parte de la vianda oficial y junto con cualquier otra falopa o sustancia ma o menos venenosa ocupen un marcado protagonismo en las líricas de cualquiera de estas barras. El fútbol es siempre una excusa, pero el sentimiento noble que los hombres solemos sentir hacia cuestiones tan inexplicables y abstractas como lo es una camiseta o un club de fútbol se potencian, y terminan por transformarse en casi las únicas y verdaderas utopías que pueden ofrecer nuestras sociedades consagradas al consumo.
Pero la "Lógica de la Barra Brava" a mi entender se caracteriza por otras cosas, posee una manera de accionar el gatillo de la violencia muy particular y que puede prestarse fácilmente a una manipulación externa. El aparente anonimato que experimentan sus integrantes los lleva a un desenfreno en concurso real como un si se tratase de un juego de apuestas, donde las miserias personales de unos y otros se encadenan en desafíos de falso valor hasta lograr que finalmente se consumen los trágicos hechos para los cuales casi sin saberlo todos se habían reunido. Esas barras bravas de 300 integrantes son las garantías necesarias para que de vez en cuando uno, dos o tres asesinos finalmente se consagren frente a toda la sociedad.
Son 300 los energúmenos que putean en patota relegando su individualidad, 150 de ellos le tiran piedras al adversario, sólo 80 son tan porongas como para sacudir el alambrado que los separa del adversario, 35 son los que finalmente derriban el alambrado y saltan victoriosos sobre él, 15 los que con palos pasan la barrera y amagan con un enfrentamiento personal, 6 los que efectivamente avanzan y se cagan bien a palazos mostrando su "valentía superior" para que finalmente uno termine sacando una faca y asesinando a un contrario. Así funciona. Siempre. Un perejil es el que mata, sí, pero los verdaderos asesinos son los 300 que montaron la verdulería.
En la política Argentina esta lógica perversa se ha adueñado del congreso; no llegan a 300 pero se enorgullesen de ser sólo 37. La semana pasada el "más poronga" resultó ser el fantasma menem, que finalmente negoció lo que personalmente necesitaba para montar el piquete de los 37 senadores. Ayer el Senador Morales se jactaba de ser quien iba a asesinar a la Presidente del Banco Central en nombre de esos mismos 37 barra bravas con su triste respuesta: "No tengo preguntas para hacerle a la Lic. Marcó DelPont". Mañana habría que ver quién "en concurso real" se posiciona como el nuevo líder para ir por más.
Ni tengo que recordar que este proceso ya lo vivió demasiadas veces la historia Argentina. Sólo espero podamos aprender de nuestros propios errores y que la dirigencia toda, de una vez por todas decida dejar de ser funcional a los grupos de poder. Los grupos de poder económico son quienes a través de "becas" o "sponsoreos" históricamente facilitaron y siguen facilitando la formación de todas las barras bravas de la Argentina.
Las recientes palabras de la Senadora Latorre frente a las tendenciosas preguntas que por TV le hacía uno de los máyores sponsor de "La 37" -más parecidas a un apriete que a una entrevista- son elocuentes en cuanto a la debilidad de esta supuesta oposición devenida en barra brava y sus posturas desestabilizadoras.
No me quedan dudas que la más poronga de esta bolsa de gatos que se dice llamar "oposición" tiene a esta altura un enfrentamiento personal con la Pressidente de la Nación -probablemente desde la época de aquella frustrada comisión de lavado de dinero y las famosas cajas del senado estadounidense- pero no resulta serio que esas motivaciones personales sean las que marquen la cancha del congreso.
Por el lado oficialista, me resta decir que esta misma situación ya la han vivido en el conflicto por la 125 y como triste respuesta a tal enfrentamiento existe hace ya dos años una invesosímil asociación llamada Mesa de Enlace. Claramente, otra barra brava, pero que me obliga a tratar de desenrredar los mecanismos del ejercicio del poder que el ejecutivo nacional evidentemente tiene para contribuir con su alquimia a semejante adefecio.
La Lógica de La Barra Brava ya es una práctica consumada en la política Argentina, solo que esta vez amenaza con quebrar el corazón de nuestras instituciones y nos obliga a tomar partido. Creo que desde el oficialismo quizás se podría dar una buena señal con menos Pichettos y más Rossis, se me ocurre la gestión del Senador Pampuro va hacia ése sentido. Pero aún sin compartir muchos de los actos de gobierno, en éste tema puntual no puede haber posiciones intermedias en cualquier legislador que se considere nacional, popular o simplemente progresista.
RG 3/10
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